Sin ninguna duda, la Internet se convirtió en el mayor, más concurrido, más accesible, más visible y más práctico ambiente de convenciones de la actualidad. Online, podemos hacer desde simples conferencias a entrenamientos con cientos de personas conectadas a un enlace que está disponible tanto nacional como internacionalmente. Todo eso con, literalmente, uno o dos clics de cada uno de los usuarios conectados.
¿Pero eso significa que nuestras mecas de la exhibición se convirtieron en elefantes blancos? Lo dudo.
De hecho: por un lado, el universo digital facilita la conexión, en sentido literal, entre las personas. Pero, por otro, la complejidad de las relaciones y de los negocios en el mundo moderno nos incentiva a buscar, cada vez más, soluciones colectivas, en ambientes que nos garanticen una relación de calidad, más allá del tiempo dedicado al entrenamiento, capacitación o reunión. ¿Al final, podría imaginarse una Bienal del Libro exclusivamente online? ¿Una Feria de la Solidaridad? ¿Una Expo Novias? ¿Una Fashion Week? ¿Un Salón Internacional del Automóvil?
Seamos sinceros, por más que nuestros ojos se hayan vuelto digitales, existe una demanda analógica que tiene que ser atendida en los espacios de eventos.
Veamos un ejemplo. El mismo Río de Janeiro que, hace casi dos meses, realizó el consolidado Rock In Rio, también recibió, en el Riocentro, más 680 mil personas en la Bienal. De acuerdo con el Mapa Estratégico del Comercio de Río de Janeiro 2015-2020, informe elaborado por la Fecomércio (Federación del comercio) y el Senac (Servicio Nacional de Aprendizaje Comercial), el sector de comercio, bienes, servicios y turismo en el estado de Río de Janeiro genera casi dos millones de empleos formales, lo que equivale a más del 40% de los puestos de trabajo en el estado. Creo que no necesito decir dónde se realizan las grandes convenciones de estas áreas.
Sabemos que los megaeventos como el Mundial de Fútbol y las Olimpíadas no son frecuentes, al contrario, algunos de estos constituyen una “era” que no vuelve tan pronto. Pero también sabemos que existen innumerables oportunidades para la reanudación y consolidación de eventos menores. Y que, en la misma proporción, los retos son muchos.
En este sentido, recientemente, se están observando muchos movimientos.
En septiembre, líderes de la Asociación Brasileña de las Empresas de Eventos (ABEOC Brasil) se reunieron en el Palacio del Planalto, en Brasilia, con el entonces presidente en ejercicio, Rodrigo Maia, para presentar demandas del sector, entre las cuales figuran el fin de la bitributación y la licitación por técnica y precio, presentadas por la entidad como fundamentales para el desarrollo de la industria.
En el mismo mes, prácticamente “dentro” del ya citado Rock In Rio, el Gobierno Federal anunció el lanzamiento del programa Rio de Janeiro a Janeiro [Río, de Enero a Enero], un calendario de eventos culturales, deportivos y de negocios creado exclusivamente para agilizar la economía. Hoy, el turismo corresponde al 4% del Producto Interno Bruto (PIB) del estado. La expectativa es que el proyecto genere 170 mil nuevos puestos de trabajo en los 100 eventos programados solo para 2018. Y es importante recordar que uno de los cinco criterios para el establecimiento del proyecto es su mantenimiento a largo plazo.
Con este ejemplo, quiero decir que soluciones como la encontrada en Río de Janeiro, que cuenta con el apoyo del Gobierno Federal, deben buscarse en otros mercados, entre los cuales está Bahía.
Sin entrar en la polémica y en la política del tema y centrándome exclusivamente en los hechos, es preciso considerar el impacto del cierre del Centro de Convenciones de Bahía (CCB) y cuáles son las alternativas posibles para la preservación de las estructuras de eventos en el estado.
Admito que me entristece leer sobre los impactos que este cierre nos causó en Bahía. Y, arriesgándome a decir lo obvio, recuerdo que desde su interdicción, en 2015, miles de empleos directos quedaron en riesgo. Además, están los indirectos, causados, por ejemplo, por el cierre de 20 hoteles y de casi tres mil bares y restaurantes en Salvador.
Llamo la atención a un indicador que no aparece en los números: además de todo el debilitamiento financiero, es necesario considerar la pérdida del poder estratégico cuando el destino no dispone de centros de eventos.
Y, una vez más, sin entrar en la polémica y en la política, un nuevo centro de convenciones en Bahía permitirá reavivar una economía que sufrió y todavía sufre grandes reveses fuera de los períodos de alta estación del turismo de ocio.
Pero debemos recordar que, sea cual fuera el porte del evento, las empresas organizadoras tienen que ofrecer servicios que transmitan confianza y seguridad. Desde la innovación de los recursos tecnológicos que permitan ampliar la experiencia de los participantes, pasando por la seguridad en términos de estructura y la preocupación con el impacto ambiental de los eventos.
Todo eso tiene que estar en el pipeline de quien quiere innovar en el área de eventos, considerando, además de su estrategia de distribución y del perfil del público visitante y expositor, la necesidad de actualización y mantenimiento regular del equipamiento de convenciones, con sus estructuras al mismo tiempo robustas y flexibles que, sí, son imprescindibles para nuestra industria.