By Gustavo Pinto
Master en Turismo Responsable – Manchester Metropolitan University, Reino Unido
Advisor en Turismo Responsable de WTM Latin America
Director de Inverted America Journeys
El sector de viajes y turismo comparte algunas cuestiones comunes sobre el desarrollo sostenible en América Latina que difieren de los problemas que otros continentes enfrentan ahora. Temas como la erradicación de la pobreza y la desigualdad social, el desequilibrio económico en relación con los países del norte y la inestabilidad monetaria y financiera, la deforestación, el tratamiento sanitario y la contaminación de las aguas de ríos, lagos y mares están entre los temas que nos unen y afectan nuestras actividades como profesionales y como destinos, desde la Baja California, en México, hasta la Patagonia Chilena y Argentina.
En términos de conservación ambiental y protección del medio ambiente, hay sólo un solo tema que es global: el de los cambios climáticos. El tema es difícil de enfrentar –y sin grandes soluciones prácticas desarrolladas en términos globales hasta el momento–. Lo que sabemos es que, mientras esta gran solución no llega, cada industria debe organizarse y movilizarse para cambiar lo que está bajo su dominio. Y nuestro sector tiene mucho que hacer.
Somos responsables de 1 de cada 5 empleos del mundo y por poco más del 10% del PIB mundial. Tenemos mucha fuerza. Sin embargo, al menos el 11% de las emisiones de dióxido de carbono también está concentrado en nuestras actividades comerciales, actividades importantes para la propia sostenibilidad económico-financiera del turismo, como transporte y medios de hospedaje.
Hemos emitido más CO2 en los últimos 30 años que en los 800.000 anteriores. Los índices de emisión hoy son un 60% más altos que hace 25 años. Desde 2007, se han emitido más de 200 mil millones de toneladas de carbono, y nuevamente, somos responsables del 11% de este total.
Hoy, la meta global es no permitir que la temperatura global aumente más de 2 grados Celsius “en relación con los niveles preindustriales”. Este límite es crucial, en especial para las regiones cercanas a los trópicos. ¿Y adivinen quiénes están en esta región? Nosotros, los latinoamericanos.
No podemos darnos el lujo de ver desaparecer destinos que amamos –y de los que dependemos–, como nuestra vasta costa de playas paradisíacas. Otras áreas pueden sufrir con la sequía y otras tantas con efectos relacionados con altas temperaturas e incendios.
Por ello, debe formar parte de nuestro trabajo medir nuestra huella de carbono y actuar en pro de su reducción. Este no es un trabajo individual y todos debemos participar (¡y responsabilizar a los demás!) para garantizar una cadena de suministro sostenible –desde el proveedor de insumos básicos hasta el viajero–. Con respecto a este último, debemos estar aún más atentos: el turista ya es consciente de que su huella de carbono afecta directamente a los destinos que él visita, y ya está eligiendo aerolíneas, hoteles, empresas de turismo receptivo, etc. que comprueben responsabilizarse por el impacto ambiental que causan. En breve, además de las cuestiones climáticas, tendremos una cuestión clara de demanda que necesitamos estar listos para atender.
La pregunta final es: ¿Estamos dispuestos a perder los destinos de los que dependemos (¡y que amamos!) debido al calentamiento global? La respuesta claramente es NO. Por lo tanto, nosotros, responsables de conectar viajeros a lugares, vamos a iniciar conjuntamente iniciativas internas a nuestras organizaciones para que este escenario pueda, aún, ser reversible.