*Por Alexis Thulller Pagliarini (Presidente Ejecutivo AMPRO)
A medida que comenzamos a vislumbrar una salida para la mayor pandemia de la historia moderna, es inevitable pensar en los reflejos de esta experiencia traumática. Debemos encarar todas y cada una de las experiencias como una oportunidad de aprendizaje y evolución. Después de una profunda reflexión, surgió un paralelo con el Renacimiento. Aquel que tuvo lugar en Europa, desde mediados del siglo XIV hasta fines del siglo XVI. El tal Renacimiento marcó una transición de un período de “oscuridad”, de teocentrismo, a otro de humanismo y, principalmente, de antropocentrismo. En otras palabras, se colocó al hombre en el centro de todo. También fue un período caracterizado por los descubrimientos, por la expansión de horizontes. Es inevitable ver similitudes con los días actuales. Después de este período de oscuridad y sufrimiento de muchos, durante la pandemia, el hombre ahora debería vivir un nuevo Renacimiento. Fascinados por el desarrollo frenético, estábamos un poco aturdidos por las pantallas mágicas de la explosión digital y los números hipnóticos de los algoritmos. Y, de repente, ese mismo hombre se vio obligado a volverse hacia sí mismo –un nuevo antropocentrismo– y cuestionar los caminos del desarrollo humano. El hombre tuvo que activar un freno de corrección para superar la adversidad y sobrevivir. Y entonces llegaron nuevos descubrimientos. Obligado a experimentar nuevas formas de trabajar y de relacionarse, descubrió que la creación de grandes espacios de trabajo, donde todos van a cumplir con sus tareas profesionales diarias, puede que ya no sea necesaria. Un gran número de personas logró cumplir sus funciones con la misma productividad, o incluso mayor, sin salir de su hogar. Y, qué maravilloso, sin tener que pasar por las tribulaciones diarias del tránsito a la ida y a la vuelta. Las salas de reuniones pomposas se convirtieron en superfluas en comparación con los entornos virtuales Zoom o Teams. El nuevo Renacimiento debería caracterizarse por la valoración de las reuniones profesionales presenciales, que se aguardarán ansiosamente como un momento excepcional. Las reuniones cotidianas, las interlocuciones burocráticas y banales deberían realizarse a través de las pantallas que ya forman parte de nuestras vidas. El nuevo Renacimiento debería ver el encuentro presencial como algo realmente especial. Lo banal debería hacerse a través de pantallas, pero lo extraordinario sería tratado de manera especial, en persona. Tan pronto como sea posible, el turismo de ocio debería regresar con su fuerza habitual, ya que las personas están ansiosas por volver a tener la libertad de ir y venir, después de la pandemia. Por otro lado, se prevé que el turismo de negocios disminuiría debido a la popularización de los diálogos virtuales, que podrían inhibir algunos viajes que serían reemplazados por herramientas virtuales. En las relaciones entre personas, individuos y empresas, debería haber más empatía y sensibilidad, entendiendo que las soluciones tienen que ser buenas para todos y no solo para algunos. En cuanto al lugar de trabajo, este nuevo período debería consolidar el concepto de anywhere office. En otras palabras, su oficina estará donde usted esté: en casa, en un café, en un espacio de eventos, anywhere… En todo caso, una crisis de estas proporciones deja marcas terribles, pero también deja lecciones. En un proceso darwiniano, se espera que los que sobrevivan salgan más adaptados y resistentes a los momentos adversos que vendrán –cíclicamente, siempre vienen–. Que este nuevo Renacimiento traiga, por fin, un horizonte más promisorio para todos.
Las opiniones expresadas en este artículo son las del autor y no necesariamente reflejan la posición de WTM Latin America.