*Por Gustavo Pinto, curador de la programación de turismo responsable de WTM Latin America
Escribo este artículo para WTM Latin America a bordo de mi 38º vuelo de este año. Hasta el final de la semana serán 40 y hasta el comienzo de octubre, 42 vuelos. Nunca había contado el número de veces que entro en un avión por año, pero con el exceso de la huella de carbono para viajes de trabajo, me forcé a realizar este monitoreo en 2023.
Es un número difícil de encarar por ser especialista de turismo responsable y defendiendo, en cada clase, charla o panel que participo, que los cambios climáticos, juntamente con el uso de plásticos de uso único, desechables, son las causas globales de nuestra preocupación como un sector económico para el desarrollo sostenible.
Hago este registro de vuelos y huella de carbono sin saber, en verdad, qué haré con estos números. Las primeras soluciones que vienen a mi mente (y probablemente a su, lectora) y neutralizar esta emisión. Hoy algunas compañías aéreas ofrecen esta opción a su cliente, tercerizando (o, como prefieren promover, “invitando a una toma de responsabilidad colectiva”) la solución de este problema. Pero, ¿este problema estaría solucionado?
Dos hechos sobre esta solución: inicialmente, el volumen de emisión de carbono hoy es mucho mayor que nuestras metas de reducción para 2030 – año límite para reducir el aumento de la temperatura global hasta en 1,5°C. Así, la neutralización de carbono de un pasajero (o incluso muchos, o todos) ya no es más suficiente para controlar emisiones y colaborar para que, de modo activo, la humanidad esté mínimamente a salvo de los cambios climáticos.
Un segundo hecho es: las perspectivas de cambios en la forma de emisión de la aviación civil, de modo masivo, todavía están bien distantes. En el escenario actual se espera que a mediados de la década de 2030 es que se logre realizar vuelos de hasta 1 hora de duración con combustibles próximos al neutro – o sea, todavía estamos distantes de esta meta y el desafío de masificar el uso de combustibles alternativos todavía tardará mucho tiempo.
Vuelvo a mi desafío inicial. ¿Qué hacer con el hecho de que probablemente, hasta fin de año, deberé llegar a más de 50 vuelos de negocios hasta fines de 2023 y mi huella de carbono es muy alta?
Todo me lleva a creer que falta, como pasajeros o como sector económico, apropiarse de información sobre este tema. Buscar en las páginas de compañías aéreas (o cruceros, o transportes en general) como estas emisiones son tratadas internamente, si hay monitoreo mínimo de resultados de sostenibilidad ambiental y si estos números mejoran todos los años y cuáles son las perspectivas a corto plazo para el cambio. En tiempos de ESG estos datos deben, como mínimo, ser públicos y promovidos para además de los accionistas, pero también para clientes y gestores de destinos turísticos de donde parten y llegan los vuelos.
Entender cómo se realiza la gestión ambiental y en especial la gestión de uso de combustibles y emisión de carbono de compañías aéreas ya es un inmenso paso para nuestro sector y para el cliente final – el viajante. Publicar datos y facilitar la comprensión del turista sobre esta información es la toma de responsabilidad de impacto de corto plazo más eficiente para una sociedad que todavía se importa poco con el tema.
Como siempre informo cuando hablo: no es necesario gastar un centavo para tomar responsabilidad sobre impacto en el turismo y esta recomendación es una prueba de ello. Buscar datos sobre el tema, interpretarlos y facilitar la comprensión y apropiación del tema para los siguientes eslabones de la cadena de suministro (independiente de cual “eslabón” representa su negocio) es un acto que puede costar poco e incluso ser gratuito, pero que causa grande impacto si se realiza de manera coordinada y masiva entre stakeholders.
Mi evaluación es de que así aceleraremos los cambios estructurales que necesitamos sobre este problema – diseminando información – especialmente en nuestro continente que aún no demuestra gran preocupación sobre cambios climáticos. Cabe recordar que, al estar la mayor parte en una región tropical, América Latina será una de las regiones que más impactos negativos sufrirá por las variaciones climáticas en el planeta a corto plazo, colocando en riesgo los destinos turísticos de los cuales dependemos y tanto amamos.
Las opiniones expresadas en este texto son las del autor y no reflejan necesariamente la posición de WTM Latin America.